Y para que tuviera vientos debería sacrificar en honor a Artemisa una de sus hijas, Ifigenia, para que fuera a Áulide le dijo que se casaría con Aquiles (guerrero ateo).
Cuando llegaron y se enteraron de la verdad, Ifigenia estaba decidida a morir.
Cuando su padre fue a matarla, su cadáver desapareció y apareció un ciervo sangriento.
Ya que Artemisa, no permitía que su altar se manchara con sangre humana, y llevó a Ifigenia a Táuride, donde se convirtió en la sacerdotisa del templo de la diosa.
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